Nos hemos quejado siempre, sobre todo los guardametas, que todos los cambios del reglamento de fútbol siempre afectan al portero en mayor medida que al resto de jugadores. Se llego a pedir por parte de Pele y de algún que otro iluminado, que el marco de la portería ganara un metro por arriba y otro por los costados. Ya puestos, si lo que más vale del fútbol son los goles, lo mejor sería jugar sin portero. A los que amamos este deporte no son solo los goles lo que nos atrae, sino la estrategia el juego propiamente dicho, los desplazamientos y por supuesto las intervenciones de los guardametas. De todas formas son muy pocos los cambios que han tenido lugar el siglo pasado (me refiero al XX) y uno de ellos además muy significativo fue la cesión al portero.
Hagamos un ejerció de historia de la mano del estupendo libro del director del “diario AS”. Alfredo Relaño: “366 Historias del Fútbol Mundial que deberías saber”, os lo recomiendo, es muy entretenido y ameno, con una historia diaria nos pone en antecedentes de todo lo más importante ocurrido en el futbol mundial desde sus inicios hasta la fecha:
“El reglamento tal y como lo conocemos fue fruto de una larga evolución desde su primera redacción (1863, en las célebres reuniones de la Freemasons Arms) hasta que Stanley Rous le dio en 1925 su forma actual, en XVII reglas, incluyendo una modificación crucial en el fuera de juego. Pero después de todo aquello ha experimentado algunos cambios al compas de la necesidad. El más notable se incorporo al comienzo del torneo de fútbol de los JJOO de Barcelona, y trato, con éxito, de reducir las pérdidas de tiempo de los equipos acudiendo al auxilio de los porteros.
El problema de tiempo atrás y había empezado a hacerse insufrible con el Mundial de Italia-90, en el que en varios partidos el portero había llegado a ser el jugador con más posesión de balón del equipo, hasta cuatro minutos. Los equipos que iban en ventaja o querían perder tiempo ponían indefectiblemente en funcionamiento un hábito que perjudicaba el espectáculo. Cuando reanudaban el juego tras un saque de puerta, los centrales se pasaban el balón premiosamente. Cuando un rival venia a presionarles se lo cedían al portero, que lo cogía, lo botaba y, cuando se alejaba el rival que presionaba, vuelta a empezar. Muchos minutos de los partidos se escapaban por ahí.
La nueva norma estableció que, si un jugador “actuando deliberadamente patea el balón hacia su portería, este no podía tocarlo con la mano bajo pena de un libre indirecto”. La falta se lanzaría desde el punto en que el portero recogiera el balón con la mano. Se aclaraba que si el jugador había tocado el balón con el pie sin intención de enviárselo al portero, este si podía cogerlo con la mano, para dar continuidad al juego. Pero se advertía sobre la picaresca de quienes, estando en posesión del balón, lo levantaran con el pie para enviarlo con la rodilla o con la cabeza, acción que no evitaría la falta y que sería, además, castigada con amonestación.
Los porteros protestaron. Ya hacía veinticinco años que las normas estaban tratando de limitar su juego con las manos, de manera que a algunos les cambiaron las reglas más de una vez desde que eran niños aspirantes a futbolistas hasta ese momento. En los sesenta los porteros podían retener el balón el tiempo que quisieran, siempre que lo botaran o lo echaran en el aire. Luego se les obligó a desprenderse de él tras cuatro pasos. Finalmente, tras un máximo de seis segundos de tiempo. Esta nueva norma les exigía ser más hábiles con el pie para los casos en que sus compañeros, en situaciones de agobio, decidieran cederles el balón. La nueva norma dio lugar a algunas escenas chuscas y goles tontos, pero al cabo del tiempo ha sido comúnmente aceptada como una ventaja para el espectáculo”.
Como veis al final los que nos tenemos que adaptar siempre al reglamento somos los porteros, paciencia…
Fuente: 366 Historias del Fútbol Mundial que deberías conocer.